No es nada fácil definir qué es la evaluación de manera académica. Su enfoque ha ido evolucionando a lo largo del tiempo reformulándose respecto a múltiples planos: pedagógico, político, social o científico.
La evaluación puede servir para muchas finalidades, lo importante es que sea concebida como un camino para el aprendizaje (Santos Guerra, 2003). El autor sentencia que en el Sistema Educativo se evalúa mucho pero se cambia poco.
La evaluación no ha sido considerada como parte del proceso de aprendizaje (Graude, 1993). Así, no es de extrañar que en los equipos docentes, cuando se habla de evaluación, con frecuencia se piense en las pruebas que pasa el alumnado al final de una unidad didáctica (trimestre, tema, periodo, capítulo...), al servicio de un objetivo: comprobar si se han alcanzado unos objetivos de aprendizaje (Ruiz, 2020). Esta concepción de la evaluación no contribuye al aprendizaje, sino que tiene el propósito de certificar el nivel de aprendizaje que el alumnado ha alcanzado sobre unos contenidos. Es más, limita la evaluación al ejercicio técnico de la calificación. Desde esta perspectiva, no se puede separar la evaluación del proceso de aprendizaje (Sanmartí, 2019).
Profundizando en esta idea, una buena evaluación puede actuar como una palanca positiva para el aprendizaje cuando está totalmente integrada en el proceso de enseñanza: tratarla como un añadido al final del proceso de diseño curricular es una oportunidad perdida a la hora de dar forma a la conducta del alumnado y el desarrollo de sus capacidades (Brown, 2015) .
Solo evaluando al final de una unidad didáctica, corremos el peligro de limitar la evaluación a la calificación. A la certificación de un hecho, aséptico, como meros espectadores... y, en el peor de los casos, constatar la tragedia.
Pero no nos activa como motores de cambio. Tampoco del docente: "Nada, no puedo hacer nada."
La evaluación en clave de aprendizaje nos invita a ponernos en dinámica de encuentro, de transparencia, de trazabilidad. También de acompañar.
Podemos confrontar nuestra acción docente con las siguientes parejas de verbos: Medir-Aprender; Calificar-Dialogar; Clasificar-Diagnosticar; Seleccionar-Comprender; Jerarquizar-Comprobar; Atemorizar-Explicar ; Sancionar-Mejorar; Acreditar-Reorientar; Juzgar-Motivar; Exigir-Rectificar; Promocionar-Contrastar; Acreditar-Reflexionar.
¿Dónde te sientes más a gusto?
Podemos concluir que si no hay cambio en la evaluación no se dará un cambio real en las metodologías utilizadas en el aula. Porque lo que no se evalúa, se devalúa. Porque “si no cuenta”...
Formulado en positivo, concluimos que en la evaluación está el motor del cambio.